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Vysarane: Capítulo 78 – La llamada de Ner

Bert despertó antes de que los primeros rayos de sol alumbraran la ventana en la desorganizada habitación, y aunque solo había logrado dormir unas horas, el mercader no sentía cansancio… Al contrario…

—’mos allá. —Dio un profundo suspiro y se incorporó de la cama con sus vestiduras puestas, el saquito de su cinto tintineó al levantarse.

Una vez abajo Bert vio a Timón detrás de la barra, ya preparado para atender a una nueva tanda de clientes. El tabernero lucía unas ojeras considerables, pero a pesar del agotamiento su sonrisa era aún más grande.

—¡Bert! pensé que todavía dormirías un poco más. —Alzó la voz al verlo bajar la escalera.

—¿Tienes algo ‘ara desayunar? —preguntó mientras se acercaba con parsimonia a la barra.

—Elije tu mismo. —Mostró media docena de platos emanando vapor detrás suyo, recién preparados.

Bert no reconoció el olor, pero nada más ver uno de los estofados, el recuerdo de banquetes pasados le hizo la boca agua.

—Dame algo de pan, por favor. —Contestó, ansioso por probar la mezcla de verduras y carne, podía sentir su sabor antes de siquiera probarlo.

Timón acercó uno de los platos y miró al mercader.

—¿Cómo va la habitación? —preguntó, mientras le acercaba un par de cubiertos.

—’stá casi lista. —Respondió, y le dio el primer bocado a su plato—. Pero pensar ‘sta noche me ‘a hecho decidir una cosa… Debo marcharme, hoy. —Agregó, para sorpresa del posadero—. quería pagarte por ‘a comida, y ‘as molestias. —Le dio la bolsita de cuero.

—¿Qué te ha hecho cambiar de idea? —preguntó Timón.

El mercader lo miró, y después de un segundo suspiró.

—Llevo mucho tiempo asustado… Y no quería que ‘se miedo me evite ayudar a gente que ‘o necesita… Unos conocidos en Ner la necesitan ahora, y temo que si no voy, nunca ‘o haré… —Dejó de comer mientras reunía fuerzas para explicar—Es curioso, ‘as personas necesitamos ver directamente para creer… Realmente creer. —Agregó, y suspiró con el tenedor quieto en su mano.

—Quédate esas monedas de plata, te harán bien una vez llegues a esa ciudad. Quizás… Quizás nos veas allí, pronto. —Dijo Timón.

—¿Cuando decidisteis partir? —preguntó Bert, sin poder evitar notar la pena que el posadero emanó al decir esas palabras.

—Cuando murió Ylda, mi esposa… —Contestó sin titubear, a la vez que limpiaba la barra a pesar de estar reluciente—. Ella era mi vida… Ahora solo quedamos Aina y yo. Pero quiero alejar a mi hija de este maldito lugar; y a mi de esas memorias… —Añadió.

El mercader dejó escapar una bocanada de aire.

—Nada me gustaría más que veros e’ Ner. —Sonrió, y comió el delicioso estofado… Una vez lo terminase partiría hacia la ciudad mercante, hacia el grupo de mercenarios. Una vez terminase el plato, lucharía por el reino que tanto amaba.

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