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Vysarane: Capítulo 85 – Susurros de un alma vieja

Vysarane siguió su camino hasta la universidad en el corazón de Aben’dil con intenciones de encontrar a cualquier pobre diablo para interrogarlo y averiguar más sobre aquella página dorada.

Mientras se acercaba al majestuoso edificio la joven notó de inmediato la reducida vigilancia en comparación a cuando había hecho su visita nocturna a la gran vestal, antes de irse de Aben’dil.

En la entrada del edificio habían dos centinelas apostados que observaban todo lo que ocurría alrededor, pero Vysarane sabía que aquella no era la única forma de adentrarse a esas horas, y decidió ir hacia la puerta menos conocida de la universidad.

La mercenaria notó el frío en la nuca, el gélido abrazo del viento aumento desde que huyó de la puerta santa, ahora estaba segura que la oscuridad había llegado a la capital.

Bajo el manto de la noche, se acercó a la misma puerta de la última vez, sin escuchar la presencia de soldados o estudiantes persona cerca.

Cuando se acercó a la madera Vysarane pegó su oído contra la puerta y prestó toda su atención al interior, en busca de una señal que indicase si había centinelas cerca. Pero no pudo escuchar a nadie.

Con plena confianza en sus sentidos, la joven sacó su ganzúa y comenzó a abrir la cerradura.

Le gustaba desbloquear cualquier tipo de puerta, especialmente durante la calma que poblaba aquella parte de la ciudad.

Al escuchar el «clic» del cerrojo abrió con sumo cuidado la entrada y entró, una vez pisó el pasillo interior cerró con cuidado y escuchó el silencio de la universidad.

No reconoció aquellos corredores, pero sabía que eventualmente daría con el mismo patio interior que la guiaría hacia el despacho de la última vez.

—¿…un ataque en esa iglesia? ¿De nuevo? —Vysarane escuchó el murmullo de un joven a solo diez metros, en un corredor contiguo.

—Sí, Iria recibió un mensaje hoy y lo comentó con los maestros… —Dijo otro estudiante con un hilo de voz.

—Por las dos diosas, esa ciudad está maldita… —Contestó el primero en el mismo tono.

—Si la gran vestal recibió la información directamente debe ser cierto… —Agregó.

Vysarane alzó una ceja al descubrir que aquella renombrada mujer todavía se encontraba en la capital. Las palabras de esos dos nobles renovó su esperanza por averiguar más acerca de la página dorada que Yarden había conseguido.

La mercenaria escuchó a los dos estudiantes alejarse por el otro corredor, mientras se alejaban decidió caminar con sumo sigilo por el mismo lugar donde habían estado, con la esperanza de encontrar el pequeño jardín.

Los pasos de la joven, aunque difíciles de mantener en completo silencio, emitían un sonido tan leve que ninguna persona en las habitaciones contiguas lograría oírla, especialmente a esas horas.

Vysarane percibió el característico chillido de los murciélagos volar en la lejanía, al fondo de un largo corredor a su lado.

—…Han visto a alguien cruzar la puerta santa, hace un rato. —Escuchó de repente la voz de otro hombre, pero su voz no hacía eco contra las paredes de piedra que formaban el interior del edificio… Vysarane sonrió al comprender que el ruido provenía del exterior, del patio que buscaba.

—¿Ahora? —preguntó una chica a su lado, ambos estudiantes estaban justo en la entrada, debía distraerlos si quería pasar.

—Sí, parece que logró escapar de los centinelas…

La mercenaria dejó escapar un suspiro de frustración, los corredores de la universidad no estaban tan despoblados como habría deseado.

Pero al escuchar con atención la forma del jardín, reconoció la ruta que llevaba al mismo despacho.

Después de minutos, al comprender que ambos jóvenes no se moverían, decidió caminar al lado de los estudiantes sin su capucha.

—Buenas noches. —Les saludó cordialmente y disimuló a la vez que pasaba por su lado, como si fuese una estudiante más de aquella institución.

Pero tan pronto apareció, notó clara sorpresa y nerviosismo de los dos desconocidos.

—¿Quién eres? —Se atrevió a preguntar el hombre, reluctante.

—Valeria, una nueva estudiante. —Sonrió Vysarane, y posó su rostro en él, todavía con el trozo de tela oscuro sobre sus ojos destrozados.

—¿Durante la época de invierno…? —preguntó extrañado, la duda se podía sentir en cada una de sus palabras.

Aunque no lo pudo ver, la mercenaria sintió como la respiración de su compañera comenzaba a acelerarse… Entonces decidió divertirse con aquella situación.

Vysarane fingió suspirar de frustración.

—¿Conoces a la gran vestal? —preguntó en un tono pícaro.

—Sí… —Contestó el joven, desconfiando cada vez más de ella.

—La última vez que estuve aquí no sabía muy bien que esperar de ella… —Comenzó a hablar, una clara confusión invadió a los alumnos, cada vez más convencidos de no pertenecía allí—. Debo admitir que me sorprendió, pocas personas a las que he amenazado responden con semejante valentía. —Levantó su capa, y mostró la espada enfundada que Uren le había entregado de niña, la joven notó un nudo formarse en la garganta de los dos estudiantes, que respiraban cada vez más agitados.

—¿Dónde está? —agregó, seria.

—¿Buscas a la sacerdotisa…? ¿Para qué…? —Se atrevió a preguntar el hombre, y llevó su mano a la empuñadura de un pequeño puñal que colgaba de su cinto.

—Quiero hacerle unas preguntas. —Contestó la mercenaria sin dejar de sonreír, podía sentir cada movimiento de los asustados escolares.

El hombre titubeó, pero finalmente decidió actuar y desenfundó su daga, sin llegar a atacar.

—¿Vas a pararme? ¿Con eso? —preguntó la mercenaria en un tono de voz indescriptible, a la vez que llevaba su mano a su espada con tranquilidad, la respiración de los jóvenes se agitó aún más.

Pero entonces la asesina comenzó a reír.

—Tranquilos, no tengo intención de dañar a nadie hoy… Pero si insistes en sostener eso contra mi, me temo que deberé responder de la misma forma. —Agregó.

Cuando dijo aquello, el estudiante se percató que todavía agarraba el elegante puñal, tembloroso.

Vysarane concentró el poder que había descubierto en esa ciudad contra la otra joven, y logró hacerla perder el equilibrio sin siquiera tocarla.

En el corto instante que el asustado contrincante se distrajo, la mercenaria desenvainó su espada en completo silencio y colocó la hoja contra el cuello del hombre.

—No… no diremos nada. —Fue lo único que dijo, a la vez que tiraba el puñal a la hierba del patio.

—Oh, podéis decir lo que queráis, no hará ninguna diferencia… Al fin y al cabo puedo escuchar todo lo que ocurre aquí dentro. —Esbozó una dulce sonrisa, antes de envainar su arma—. Que las lunas os acompañen. —Se despidió y caminó hacia el otro extremo del patio, y dejó a los dos estudiantes solos y asustados, incapaces de reaccionar ante la súbita presencia.

Vysarane los escuchó alejarse por el pasillo que la guió hasta allí, pero no titubeó, sabía que aunque alertaran a los soldados, aquel escurridizo edificio serviría para perder a cualquier patrulla que pudieran enviar, especialmente a esas altas horas de la noche, cuando era más efectiva contra cualquier enemigo.

Mientras pensaba en aquel riesgo añadido, la mercenaria siguió el camino que llevaba al despacho de la gran vestal.

Al llegar al umbral del despacho, la joven pudo escuchar el murmullo de una respiración tranquila al otro extremo de la puerta.

La bandida sonrió y abrió la cerradura, cuando la puerta estuvo desbloqueada empujó con suavidad hacia dentro, el silencio de esa habitación llena de alfombras y cortinas era ensordecedor.

Al entrar, lo único que pudo escuchar era la respiración de la gran vestal sobre la cama.

Vysarane caminó en silencio hacia su alcoba, pero antes de alcanzarla, la figura de la gran sacerdotisa se incorporó y miró fijamente a la intrusa.

—¿Quién eres? —preguntó, mientras intentaba ver en la penumbra.

—Puedo oír en tu voz que aún no temes a ningún intruso. —Dijo Vysarane, sin poder evitar notar la tranquilidad que emanaba de aquella mujer.

La estoica señora se incorporó y sonrió al percatarse de quién se trataba.

—¡Oh…! —contestó en un tono divertido—. No pensé que te vería tan pronto. —Agregó.

—Yo no pensé que alguien de esta ciudad fuese a mantener su palabra. —Dijo la joven, mientras se sentaba en una de las sillas, cerca de la cama.

—¿Sorprendida? No deberías estarlo, a pocos miembros de la iglesia les agradaba ese general, las diosas me perdonen, pero a ese joven engreído le sienta bien haberse reunido con ellas… —Comentó—. Pero no es él quién te ha traído hasta aquí, ¿o me equivoco? —agregó, y centró su mirada en el rostro de Vysarane, para intentar ver sus facciones.

—He traído esto. —Sacó cuidadosamente la hoja dorada del sobre—. Quería saber a que libro pertenecía, supuse que tú me podías ayudar. —Explicó.

—¡Oh! ¿de dónde has sacado ese trozo de papel? —preguntó con suma curiosidad.

Aquella reacción le dio esperanzas a la mercenaria, que esbozó una sonrisa mientras escuchaba como la voz de Iria se excitaba.

—Lo tenía Tendriel dentro de su mansión, en Ner. —Dijo, sin mencionar a Yarden o al resto de bandidos que formaba lo más cercano que había tenido a una familia.

La gran vestal suspiró, molesta.

—Ese joven impertinente… Esta hoja pertenece a un libro antiguo, muy antiguo… El tomo completo lo tiene Frolic en algún lugar de Aben’dil, seguramente bajo llave.

—¿Bajo llave…? ¿Que hay escrito en él? —preguntó la joven, intrigada.

—Ni idea, no sé por qué le da tanta importancia, quizá los que conocen el idioma antiguo sepan contestarte. Tyo, un viejo escribano podría ayudarte, vive en Vilmas, al sur de Yenua… La otra persona conoce más, pero vive en Gur… y con tu condición… —Comentó Iria.

—¿Cómo se llama? —Vysarane alzó una ceja, tentada de ir a la gran cordillera.

—Brym Findgruff.

—¿Él sabrá qué hay escrito dentro?

—No te puedo asegurar nada, pero si alguien aparte de los escribanos del emperador saben interpretarlo, será cualquiera de ellos dos.

Vysarane pensó en silencio durante unos instantes.

—Primero debo buscar el tomo. —Suspiró.

—¿Qué esperas encontrar? —preguntó Iria, en su voz se podía sentir un claro tono de curiosidad.

—Algo que me ayudará a mi y a mi familia. —Contestó, sin querer desvelar demasiado.

—Revisa las casas de subastas, alguien allí sabrá quién guarda ese tomo al emperador. —Dijo, y le devolvió la hoja dorada.

Vysarane se cogió el trozo de papel y lo guardó de nuevo en su capa, antes de incorporarse para caminar hacia la puerta, sin decir palabra alguna.

—De nada. —Alegó la sacerdotisa, y detuvo los pasos de la mercenaria un instante—. Creí no haberte oído. —Agregó.

La joven asesina se giró, y dejó escapar un soplido por la nariz.

—Hace mucho que no agradezco nada a nadie, no empezaré en la capital del imperio. —Contestó y le dio la espalda, antes de salir finalmente de aquel despacho.

La gran vestal miró como se marchaba y sacudió la cabeza mientras sonreía.

—Las lunas me libren… —Murmuró cansada, después de un minuto se tumbó de nuevo entre sus sabanas y volvió a dormirse…

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