Vysarane y sus compañeros miraron con rabia e incertidumbre a Tendriel mientras se acercaba sin titubear hacia ellos con su espada desenvainada.
—No tenemos otra opción, debemos acabar con él… —Dijo Uren, consciente de los esfuerzos que habían hecho por mantenerse en las sombras, si no lograban vencer ahí todo habría sido en vano—. ¡AHORA! —agregó, y sacó a sus compañeros del temor que sintieron al verse frente a un caballero de la academia.
Antes de que el capitán se arrojase por ellos, Vysarane se arrojó sin titubear hacia Tendriel.
—¡Kirstán, Pevek!, ¡por la retaguardia!, ¡Yarden, conmigo! ¡Dejad que Vysarane evada sus golpes por delante! —El capitán gritó en un instante.
—¿De veras creéis que podéis elegir cómo luchar contra mi? —alzó la voz Tendriel, molesto, mientras sacudía su sable hacia la joven con una fuerza y velocidad atroz.
—Ya lo hemos hecho. —Contestó Vysarane, y evadió con una soltura propia de los felenos aquella estocada, para responder justo después con su espada mientras el resto lo rodeaban.
La voz de la joven pareció despertar un recuerdo en la mente del imperial, que se quedó inmóvil un instante para mirar la venda que cubría los ojos de aquella misteriosa guerrera.
—Tú… —Dijo, y reaccionó en el último segundo a las numerosas estocadas que venían de todas direcciones, que repelió solo con su pesada armadura, excepto la de Kirstán, que logró magullar la pequeña apertura que había en el codo.
—Yo también me acuerdo de ti. —Contestó Vysarane, mientras lo atacaba a una velocidad inhumana, incansable, sin dejar de pensar en el rostro de Helenia con cada estocada que arrojaba hacia el responsable de su muerte.
La joven no le dejo enfocarse en las acciones que tomaban los demás mercenarios, el general había subestimado la habilidad de aquella misteriosa guerrera y la compenetración que tenía con los miembros de su familia…
—¡AHH! —rugió de ira, a la vez que sentía los numerosos golpes vibrar contra sus placas de acero, mientras blandía su espada hacia todas direcciones para alejarlos.
Uren agarró su espada por la vaina y comenzó a golpear la armadura del caballero con la empuñadura a forma de garrote.
Mientras escuchaba los violentos golpes, Vysarane revivía los últimos momentos con vida de su maestra, sin dejar de pensar en el responsable que ahora bailaba junto a sus compañeros, mientras anhelaba el dulce sabor de la venganza…
Tendriel alzó su espada por enésima vez y la hizo chocar contra el filo que Vysarane había alzado para protegerse.
El sudor salió despedido del rostro de la joven, y aunque su contrincante portaba un pesado casco metálico, sentía la misma agitación en su respiración.
Entonces, un poderoso golpe de su líder logró clavar la empuñadura en la espalda del imperial.
—¡Por Helenia! —Gritó Uren, mientras desencajaba su espada de la armadura.
El mercenario sureño imitó a su capitán y asestó otro temible golpe contra el hombro del caballero, y hundió la armadura en los gigantescos músculos que había debajo.
El caballero de Morgan estaba preparado para repeler un millar de cortes, pero contra esos cinco experimentados guerreros y su improvisado uso de las armas, Tendriel no pudo hacer más que blandir su espada hacia todas partes, desesperado, la armadura era demasiado pesada para actuar contra tantos, y las hendiduras que aquel grotesco uso de los aceros le había provocado comenzó a hacer mella en su vitalidad. Apenas un minuto después de haber recibido el primer golpe, cayó de rodillas al suelo…
—¡Piedad! —alzó la voz y arrojó su espada al suelo, Vysarane podía oler la sangre que salía de dentro de la armadura.
La joven mercenaria escuchó sin un ápice de compasión, sin dejar de prestar atención a todo movimiento que su adversario pudiera realizar.
Su plan los obligaba a asesinarlo sin testigos, y que el comandante imperial se rindiese servía a sus propósitos, no le importaba si era o no honorable matarlo mientras suplicaba…
—Después de ver cómo luchas supongo que es poco creíble que ese grupo de incompetentes ahí tirados haya podido terminar contigo. —Vysarane señaló a los soldados que durmió con la miel negra—. Pero con esto cualquiera se dejará convencer… —Sacó de su bolsillo una de sus ominosas mezclas y la arrojó con todas sus fuerzas contra el casco del imperial, y llenó su interior de un polvo gris oscuro.
Tendriel comenzó a toser violentamente, cada vez más desesperado. Cada segundo que transcurría podían notar como al imperial le faltaba el aire, hasta que finalmente se llevó los brazos al rostro y se deshizo del casco para respirar…
Pero tan pronto se lo quitó, sintió el acero de la joven atravesar limpiamente su cuello, mientras él luchaba por introducir una bocanada de aire fresco en sus pulmones…
Vysarane no podía verlo, pero su rostro era rojo como la sangre, y sus ojos inyectados proyectaban una rabia propia del emperador al que servía.
—Nad… die os… creerá… —Murmuró sin aire, mientras su vida se esfumaba ante aquella iglesia y caía en las garras del sueño eterno…
Los mercenarios mantuvieron el silencio durante lo que pareció una eternidad, pero todos sabían que no tenían tiempo para admirar la venganza que habían logrado… Matar a Tendriel era solo la mitad de su plan.
***
—Ahora le toca a Remmie… —Dijo Vysarane el instante que regresaron al camino, después de plantar los químicos y su espada en Uryon, además de terminar con algunos de los imperiales incapacitados para sembrar la duda en el corazón de los supervivientes… Solo lamentaba no poder ver el rostro al despreciable lacayo de Tendriel cuando lo incriminaran.
—Después deberemos alejarnos de Ner. No creo que sea lo más sabio estar por aquí cuando Frolic envíe su emisario para hacer preguntas. —Contestó Uren.
—Yo debo regresar a Aben’dil. —Dijo ella mientras volvía la mirada al norte, sabía exactamente donde tenía que pisar para regresar.
—¿A la capital…? —preguntó Kirstán, extrañado—.¿Todavía quieres ir tras el emperador?
—Hay algo que me llama la atención del trozo de papel que Yarden encontró. —Esbozó una sonrisa, era la primera vez que estaba de buen humor en mucho tiempo—. Creo que hay algo en esa ciudad que nos puede servir contra él. —Dijo sin detener sus pasos, a la vez que regresaba junto a sus aliados a la población—. Aquí nos separamos. —Agregó, la respiración de su familia se aceleró de la sorpresa.
—¿Qué… Cómo? —balbuceó el sureño—. ¿Te vas? ¿Hoy? —agregó.
—Debo aprovechar el día, y ya no queda nada que hacer en Ner. —Contestó ella, sus compañeros dejaron escapar un suspiro de impotencia.
—Tranquilos. Nos volveremos a ver, estoy segura. —Sonrió, mientras escuchaba los primeros aldeanos pulular por las calles a lo lejos.
Uren se acercó a la joven, sabía perfectamente que no había palabras que la pudieran convencer de quedarse.
—En el distrito mercante, cerca del río, hay un callejón que oculta un pequeño agujero. Búscanos ahí si alguna vez necesitas ayuda. —Le dijo, y le dio un caluroso abrazo.
—¡Vysarane! —Kirstán no pudo evitar sucumbir a sus emociones, el sureño casi la empujó al suelo cuando la abrazó, inundado por la pena al verla partir una vez más—. Siempre tendrás un lugar entre nosotros. Nunca lo olvides. —Le comenzaron a salir lagrimas de los ojos, reacio a soltarla.
—Vamos, vamos, déjala respirar. —Dijo Pevek, a la vez que le daba un breve pero cálido abrazo a la joven—. Cuídate, ya sabes lo peligroso que pueden llegar a ser sus dominios. —Le advirtió.
Yarden apenas había conocido en profundidad a esa misteriosa joven, pero a pesar de ello, no pudo evitar sentir una pena similar a la de sus más experimentados compañeros al descubrir que debía partir.
—Algún día, te alcanzaré. —Le dijo, y estrechó su mano.
—No puedo esperar. —Sonrió Vysarane, con firmeza.
Y como si nunca hubiera estado en Ner, la joven se adentró en el bosque y volvió a desaparecer de sus vidas.
Uren no pudo evitar suspirar al ver la esbelta silueta de la mujer que un día fue una niña sola y asustada, mientras veía la seguridad que su presencia emanaba ahora, incluso de lejos.
El líder mercenario esbozó una sonrisa melancólica, la actitud de la joven le recordó a Helenia, y ahora, mientras se alejaba de ellos, podía ver de forma inconfundible esa personalidad en Vysarane…